Hay que destacar en su entorno natural el embalse de Pedrezuela, de singular atractivo paisajístico. En su ribera, habitan una importante colonia de aves acuáticas. También es digno de destacar la importante colonia de cig¨ueñas blancas que hay en todo el municipio.
La localidad de Guadalix de la Sierra se ubica en una amplia y fértil vega que ya estaba ocupada en el período Neolítico y en la Edad del Bronce. Según nos cuentan los historiadores, hay también vestigios de presencia de romanos y visigodos como demuestra el hallazgo de diversas tumbas. Las raíces árabes son también evidentes, por lo que su población ha sido ininterrumpida desde la época prehistórica.
El actual municipio de Guadalix de la Sierra no se fundó hasta finales del Siglo XIII y en 1523 Carlos I le concedió el título de villa, aunque no se incorporó a la provincia de Madrid hasta 1833.
La Iglesia parroquial de San Juan Bautista del Siglo XVI, el Ayuntamiento de 1903 y la Ermita de la Virgen del Espinar, son los monumentos más representativos de su patrimonio arquitectónico. Hay que destacar, que la ermita quedó sumergida bajo las aguas del embalse y la Virgen del Espinar se encuentra en una nueva ermita.
Como dato anecdótico hay que mencionar que en Guadalix de la Sierra tuvo lugar en 1953 el rodaje de la película "Bienvenido Mr. Marshall" de Luis García Berlanga. En el balcón del Ayuntamiento hay una escultura del popular actor Pepe Isbert recordando su famoso discurso. En la película, Guadalix de la Sierra recibe el nombre de Villar del Campo, perdón... del Río.
La semana pasada visité Guadalix de la Sierra, y, como no podía ser de otra manera, también visité sus dos cementerios. Hoy le dedico la entrada al más antiguo y dejo para una próxima el más nuevo, que se construyó en 2007 si no estoy equivocado.
El cementerio viejo se encuentra absorbido por la población que ha ido creciendo en el transcurso de los años. Justo en la entrada de Guadalix según se viene de Torrelaguna y por detrás de la gasolinera, vemos el muro que lo rodea. Es de forma rectangular y con una puerta de hierro en la parte central de su lateral. Afortunadamente, no está cerrado con llave. Una balda corredera
que no chirría al desplazarla hacia la derecha me abre la puerta. Son casi las dos del mediodía, quema el sol y el aire abrasa, todas las terrazas de los bares y restaurantes están completamente llenas, y yo, me encuentro aquí completamente solo. Justo lo que buscaba. Toda la paz y el sosiego para mí. Qué delicia!!!
Entrada principal
Al entrar, mi sorpresa es mayúscula. Lo veo todo muy apretado, sin espacio, sin apenas pasillos amplios, uno de muy corto en el centro y otro lateral y basta. Está todo muy aprovechado, demasiado aprovechado diría yo. Creo que tardaron demasiado en construir el nuevo cementerio.
Este apelotonamiento de tumbas es complejo, a mi me cuesta mucho entender porque se aprovecha tanto el espacio. Está claro que esta dificultad mía para entenderlo tanto puede ser por su complejidad como por mi torpeza.
En este ancho repertorio de tumbas y sin relación con ninguna de ellas, voy a intentar durante un par de horas poner acomodo a mis desequilibrios emocionales.
Aquí está el camino más ancho y largo. El camino de ningún lado. Dentro del recinto no hay espacio ni para los árboles. Están todos detrás del muro.
Pienso lo mismo que años atrás pensaba. Pienso lo mismo en todos los cementerios. Pienso al ver ancladas estas tumbas grises, poderosas y solitarias, que la humilde sombra de la cotidiana y dolorosa realidad se hace visible en este entorno. Pero tampoco merece la pena que me deje invadir por la tristeza; mientras yo sigo con mis pensamientos, imagino que detrás de ese muro oigo la dulce voz de una niña cantando la canción de la viudita del conde de Oré. Y me doy cuenta, que al otro lado de ese espeso muro, la vida continúa. Continúa, sí, pero cociéndose en el puchero de la incertidumbre.
El estilo de estas esculturas sobre las tumbas no sé si son realistas, idealistas, costumbristas o lo que sea. Tampoco me preocupa demasiado. Que cada cual le ponga la etiqueta que quiera.
Ahí están todos. Sin esperanza. Nadie los ha liberado. Casi nadie mira para ellos y casi nadie piensa que pudieron morir de resignación (la peor de las muertes).
Ya debéis suponer que aquí, justo aquí, hago un alto y me detengo un buen momento. Noto que se asoman los temores de lo mucho que padecieron, de los años tan dolorosos que vivieron, aunque ahora, apenas ni se sienten, pues el tiempo aquí está parado y a los habitantes de los cementerios, al igual que a todo lo demás, los barre el tiempo, ese azote que no perdona ni siquiera a la muerte y que todo lo derrumba si nadie lo ayuda a levantar.
El espacio es tan reducido que paso rápidamente de las tumbas abigarradas del centro del cementerio a las zonas más aburguesadas, las habitadas por una clase más alta, pero condenada como todas a la insignificancia.
El símbolo y la imagen de la incertidumbre se me hacen presentes en este momento. Noto y presiento incertidumbre e inquietud. Tampoco sé muy bien a qué, pero las siento. Y me vienen a la memoria unos versos que compuso Carmen de Triana para una malagueña que ella mismo estrenó. La letra es un poco lúgubre y funeraria, pero creo que tiene buen acomodo en este blog.
Dice así:
La tierra que a mí me cubre
ni la mires ni la pises,
ni te acerques más a mí,
que mi lengua te maldice.
Muerta, reniego de tí.
Aunque el cementerio esté muy apretado y ando por él con dificultad, ya me voy acostumbrando a moverme entre estos pasillos tan estrechos que hay entre tumba y tumba. Y pienso que ya está bien así y que a estos viejos cementerios no se les puede falsear nada, ni por supuesto, moverlos con facilidad.
Un bello paisaje de umbrías y soledades. Me gusta este rincón.
La muerte es una amarga voltereta de la que no guardan memoria los muertos sino los vivos.
Ya ha pasado más de una hora desde que entré y sigo descubriendo rincones en los que me apetece pararme para meditar. Y también para restablecer el fuelle, claro.
De esta tumba no queda de ella más que el recuerdo y tampoco lo tengo demasiado claro.
Este cementerio está tan lleno que me hace la impresión de que van llegando difuntos de Guadalix, de pueblos cercanos o de donde sea.
Desde este rincón, aunque no esté muy elevado, se aprecia el horizonte despejado y las hermosas vistas.
Y ya llega la hora de despedirme. Como siempre hago antes de salir, me quedo un poco más para empaparme bien de todo lo que he visto y aprendido. Al final, he ido familiarizándome con él y ya no lo encuentro tan lleno y apretado, hasta veo los espacios más anchos que al entrar.
Y aquí, mirando esta verja al lado del caminito, pienso muchas cosas. Pienso que bien podría ser un puente sobre un río. Pienso que estoy apoyado en esa barandilla y veo pasar la vida como pasa el agua por los ríos.
Y veo el agua y la vida pasar como si el cementerio fuera el mirador del tiempo.
Todas las fotografías de esta entrada son propiedad de Emetorr1714.
Y si clicáis encima de ellas las veréis ampliadas.