MIS PASEOS FUNERARIOS propone principalmente una visita por pequeños cementerios, pero también por grandes necrópolis. La idea, es dar a conocer todos los que he visitado y compartir mis paseos con los que disfrutan recorriendo los cementerios ya sea por un interés histórico, monumental, cultural o por simple curiosidad. También iré publicando entradas relacionadas con temas funerarios como: epitafios, poemas, pensamientos, recordatorios, esculturas, pinturas.... y todas las fotografías que me hayan hecho llegar mis amigos, siempre y cuando sean fotografiadas personalmente. No habrá ninguna imagen de cementerios bajada de internet, todas serán originales y así daré a entender que una visita a los cementerios y sus tumbas es una manera peculiar de viajar, de conocer la cultura y de recordar a los difuntos eternamente.
Pero como dijo Woody Allen, mejor que llegar a la vida eterna por tus obras, es conseguirla por no morirte.



5 de junio de 2016

CEMENTERIO DE SANT ANDREU, BARCELONA

El antiguo pueblo de Sant Andreu de Palomar tiene más de mil años de historia. De 992 es el primer documento escrito que se conserva con el nombre de Palomar y es en 1034 -según cuentan los historiadores- cuando aparecen en los documentos los nombres de Sant Andreu y Palomar juntos.
Situado en tierras fértiles, la principal actividad era la agricultura. En el Siglo XVI ya habían muchas masías diseminadas en su demarcación y a finales del Siglo XIX tiene lugar la primera industrialización, que ya será muy importante en los primeros años del Siglo XX con el establecimiento y consolidación de grandes empresas.
El 20 de abril de 1897 fue anexionado a Barcelona y desde entonces forma parte de uno de sus barrios más importantes.

El cementerio se inauguró en 1839 y en 1899 -un año después de la anexión- se hizo la primera ampliación a cargo del Ayuntamiento de Barcelona. En 1919 se realizó la última y definitiva ampliación quedando con el aspecto que aún conserva. Poco o nada ha cambiado en casi cien años.

El pasado 2 de junio decidí visitarlo de nuevo. Por razones que ahora no debo explicar ya tuve que hacerlo en varias ocasiones. 
Un sol radiante me acompañó durante las dos horas que permanecí en él. Al ser una mañana de jueves laborable no esperaba encontrar a mucha gente, pero enseguida apercibí que no había nadie, o casi nadie. Mejor.

Traspaso la gran puerta de entrada. Estas cuatro columnas inmensas le dan un aire majestuoso, de firmeza, de señorío... 
Una vez dentro, empiezo a visitar el cementerio con el esmero acostumbrado...





                                                                     Entrada principal

En primer lugar, quiero agradecer al señor Castelló (responsable del cementerio desde hace cuarenta años para que todo esté en orden y bien dispuesto) las facilidades dadas para la realización de este itinerario gráfico. Sin su estimable colaboración, no me habría sido posible publicar en Mis paseos funerarios una entrada tan exhaustiva.

El cementerio tiene muchas cosas importantes para ver y comentar. Como por ejemplo los mausoleos, los panteones, los monolitos, las esculturas, la gente importante enterrada y el patrimonio histórico, pero todos sabéis que esto no es precisamente lo que más me interesa de los cementerios, para eso ya están los historiadores y los especialistas en arte funerario y tal y tal. Lo que verdaderamente me atrae, es sumergirme  en todos sus rincones para encontrar esa sensación de soledad, de silencio, de paz y, sobre todo, encontrar el sosiego que me invada por doquier para el provechoso descanso de mis agonías.
Y pese que no os interese mucho saberlo, os he de confesar que en el fondo, soy un hombre un poco extraño, más amigo de las soledades que de las compañías. 
Y todo esto se acentúa cuando me encuentro en sitios como este...

La capilla del Colegio de Rectores del Arzobispado de Barcelona data de 1930. En su contorno he llegado a contar 36 nichos. Todo está muy bien ordenado y dispuesto, pero yo pienso que las cosas están mejor un poco revueltas, un poco en desorden. El frío orden de este panteón que rodea la capilla no me convence en absoluto y creo que tiene poca capacidad emocional. Es, en definitiva, un desorden. Si estuvieran en un "magnífico desorden" sería un pleno acierto. Yo no sé explicarlo de otra manera.

Algunos panteones me recuerdan realmente a chalets modernistas en donde los muertos parece que vengan a pasar el verano.

Estoy casi solo en todo el cementerio. Solo delante de estas tumbas. Solo bajo el sol en estos momentos de sosiego. Estando solo es cuando siento esa sensación extraña, esa impresión de desconcierto que a veces, sólo algunas veces, no sé justificar. 
Indudablemente, esto que os digo no sé si es cierto o fingido.

La soledad es el limbo en el que habita el olvido.


La irracionalidad humana sigue campando a sus anchas. Qué horrible el edificio del fondo!!


Parece que la gente se haya citado para no venir.


En este árbol escucho el monótono silbido de un pájaro, que con su canto, vela en el cementerio la soledad, la sombra y el silencio.


Según me va contando el señor Castelló, en este monolito hay una campana. Hace unos veinticinco o treinta años servía para avisar al personal del cementerio. Esto sí que era ir "a toc de campana"...


Estas tumbas tan limpias, tan acicaladas, nos dan a entender que son para gente que les gusta tener todo ordenado y limpio.


No me gustan -ya lo sabéis- los cementerios muy pretenciosos y cargados de esculturas de ángeles con grandes alas. En otros sitios, he llegado a ver algunos tocando la trompeta... supongo que para tocar la marcha del juicio final. A mi modesto entender creo que desafinan.


El cementerio de Sant Andreu es muy grande. Yo encuentro que es demasiado grande. Y cuanto más grande es un cementerio quiere decir que ha muerto mucha gente. 
De tan grande que es, parece que nos esté diciendo: Entrar, entrar... aquí hay sitio para todos.


Aproximadamente hay unos 30.000 nichos, sin contar las tumbas, mausoleos y panteones.


El final del camino, el viaje a ninguna parte... todo eso pienso aquí. Y mis pensamientos no me incomodan.


Los árboles dan sombra a los haberes y a las esperanzas.


Aquí descanso un momento para reconfortarme de la pesadez del alma... y de mis maltrechos pies.


El señor Castelló tiene un sentimiento especial con esta imagen y siempre la mantiene limpia y bien blanca.


Otra de las esculturas que conserva siempre limpia y blanca.


Me gustan estos nichos tan bien cobijados bajo los soportales.

Es de suponer, que de noche, cuando no los ve nadie, los muertos salen a pasear por estos rincones tan bien cuidados y deben hablar de sus cosas, de sus recuerdos de cuando estaban vivos.


Aquí otro edificio mastodóntico cuya única misión parece ser la de destruir el paisaje.


Creo que en estos rincones, los hombres que aquí descansan no parece que sean hombres de cementerio. No son hombres de muerte. Son hombres de vida!!


Estos nichos me recuerdan a una aldea tibetana. Yo no he estado nunca en el Tíbet, pero me imagino que sus aldeas deben ser así, aunque muy miserables y colgadas de las rocas. 
Tampoco me explico porque tengo estos pensamientos...


El señor Castelló (el marmolista que tan amablemente me ha atendido), me comenta que está acomodando esta tierra para poner unas piedras volcánicas.


Me comenta también que en este cementerio se dan sepultura a tres confesiones diferentes; la católica, la protestante y la hebrea. He aquí la sepultura de una familia egipcia.


Desconozco el significado de estar tan cargado de imágenes este panteón, pero la verdad es que me ha dado una agradable sensación de paz el contemplarlas. 

Todas las etnias están también aquí presentes y en perfecta armonía.


Otro de los panteones singulares.


También hay acomodo en estos mausoleos para la gente adinerada.


No me he dado cuenta si hay algún reloj en este cementerio. Tampoco creo que preocupe mucho a nadie.


En este apartado doy sosiego a mis revueltas entrañas. Aquí es donde verdaderamente me siento mejor. Las sensaciones y emociones especiales las encuentro en lugares como este y, ahora que he encontrado la fórmula para llorar sin que nadie me vea (a veces ni yo mismo me veo) lo hago en estas pequeñas o inmensas cosas.


Decididamente, aquí, en este rincón tan apacible, creo que es el lugar ideal para poner punto y final a mi recorrido. Después de dos horas de agradable paseo ya va siendo hora de salir. 
Me voy con nuevas y reconfortantes sensaciones, pensando que aquí, en estos árboles, mañana (y como cada día hacen) los pájaros cantarán al despuntar el alba.



Todas las fotografías son propiedad de Emetorr1714
Y si clicáis encima de ellas las veréis ampliadas.



7 de mayo de 2016

CEMENTERIO DE EL MOLAR (PROV. DE MADRID)

El Molar, es un municipio de la Comunidad de Madrid. Dista de la capital unos 40 km. y tiene una altitud sobre el nivel del mar de 850 mts. Es la puerta de entrada a la Sierra Norte.

Según todos los historiadores, los primeros signos de presencia humana afincada en el actual pueblo datan de la Edad Media, aunque existen vestigios neolíticos, prerromanos y romanos. También quedan restos arquitectónicos de la época musulmana y se han hallado monedas de cobre de la población judía.
Durante la Guerra Civil, El Molar, constituyó una importante retaguardia en el dispositivo defensivo de la República. Sufrió muchos daños durante los bombardeos y vio reducida su población.
Fue ocupada por las tropas franquistas en 1939.

En la actualidad, combina el ambiente rural y la ganadería con los visitantes de fin de semana, que llegan prestos para disfrutar de los bellos paisajes y de la gastronomía típica de la zona. Ya lo dice un dicho de Madrid "De El Molar, el buen yantar."

El pasado mes de abril visité su cementerio. Ya tenía referencias de él de otras visitas mías a El Molar, pero que no me permitieron disponer del tiempo suficiente para una estancia en el recinto funerario como es debido, o como yo deseo hacerlo. 

Llego andando hasta el cementerio. Es rectangular y parece proyectar sobre sus contornos una gran calma. Según me voy acercando, veo la zona que lo rodea desértica. No se ve a nadie. Todo tiene un aire abatido y desangelado, como un espectáculo sin espectadores. Pero la paz que presiento que se debe respirar en su interior, el profundo silencio y la inmovilidad profunda de las cosas que me voy a encontrar, me produce una invasión y exaltación de reacciones en las entrañas de mi interior, aunque imperceptibles por la lentitud en que se me irán manifestando.

Tengo más de tres horas para visitarlo exhaustivamente. Abro la puerta y emprendo el camino.....




                                                                        Entrada principal

El cementerio me recibe sin la presencia de absolutamente nadie. Al principio lo he encontrado extraño. Después, agradabilísimo.


Los árboles se elevan sobre la perspectiva, pero todo es indiferente a todo.


La llegada a un nuevo cementerio me produce una innegable sensación de dulce paz. Estas sensaciones aparecen suspendidas en un silencio que extasía. Ahora puedo constatar que este silencio es uno de los encantos del cementerio.


Este sosiego, este silencio, es quizá la mejor calma que puede haber en este país tan agitado. Pero contrasto que nadie lo aprovecha. No se ve a nadie ni por dentro ni por fuera.


El viento ha hecho caer las hojas de los árboles y el fuerte frío de hoy parece que hace aumentar los peores recuerdos. Cada día estoy más convencido que lo que tiene más peso en la vida humana puede ser la meteorología, es decir, la inseguridad permanente.


A pesar de estar en abril, el efecto de las bajas temperaturas le dan un aspecto de pánico. Los árboles habrán sufrido mucho este invierno...


En este cementerio, a medida que van pasando las horas me siento cada vez mejor. Como no hay nada ni nadie que me moleste, me siento libre.


Paso la mañana mirando el panorama de una manera deliciosa, pacífica, pausada y solitaria. La soledad es mi mejor compañía.


Esta parte más antigua parece presentar un cierto aspecto de fatiga. Aquí, la única distracción posible es la soledad.


Todo tiene un aspecto muy serio, de pintoresco tiene bien poco. Me hace el efecto que todo el mundo se toma las cosas de manera muy dramática...


Tal vez, sería ahora el momento de hacer una descripción poética del cementerio. Pero, ¿cómo me sería posible hacerla si no me inspira nada?. El fuerte viento y el frío, cubren con su monótona tristeza todos los recodos del camposanto y me es imposible describir nada. Por un momento me siento defraudado con mis musas y me las quedo mirando con la cara de estar esperando que me devuelvan el dinero.


Esta parte del cementerio es la que más me gusta, tiene un poco más de calor, color y carácter.


Aquí, en esta parte del cementerio sopla un fuerte viento y hace que algunas sepulturas puedan tener un aspecto más pobre y desamparado, aunque sea gente rica los que las habiten.
Mis pensamientos, pero, se los lleva el aire sobre el azul del cielo...


Aquí estoy un buen rato. Después de andar por él, al fin encuentro un lugar en el que el sosiego, la templanza y la paz, se adueñan de mis maltrechos desequilibrios y acomodan mis pensamientos. La mañana me pasa volando y pronto me llegará la hora de salir y de ir despidiéndome. Y estos pensamientos me incomodan y deprimen.



Personalmente, las capillas que hay en los cementerios me producen un poco de insatisfacción extraña. Seguramente es por la causa de mi falta de conocimiento, claro, y mi falta de imaginación es lamentable. Este estado letárgico de mi espíritu cuando estoy delante, es debido a que las veo tan bien organizadas, tan bien ordenadas y casi podría añadir que incluso tan bien catalogadas, que para mi, no me producen ningún interés.


         El cementerio sería más bonito si no fuese por la gente que no entra.


El cementerio está completamente en soledad. Y el fuerte viento es tan excesivo que hasta parece que el recinto se va encogiendo.


Me siento bien, como embobado, mi pobre espíritu tiende a huir del tiempo y del espacio. Qué delicia!!!


Pisar la tierra por estas calles sin asfalto me produce mejores sensaciones y noto que me corre un ligero escalofrío por el espinazo, quizás para avisarme de lo efímero y transitorio de los goces terrenales.

                                 Todo está en orden y bien alineado.


Subo a la parte más alta. Se divisan a lo lejos las casas de los vivos de El Molar. Poco a poco, el viento va alejando las nubes, lo que me permite ver en la distancia a la población.


Aquí tengo la sorpresa de descubrir la parte nueva del cementerio con la construcción de nuevos nichos.


Estos nichos, de confort tan visible, no acaban de apasionarme, tienen una cierta monotonía. Visto uno, vistos todos. Y se me hace presente mi poco interés.

Aquí paso una buena parte de la mañana sentado en este banco. Tomo unas cuantas notas que bien me han de servir para la confección de esta entrada.
Me voy con la sensación de que aquí, en este cementerio, lo que los muertos quieren es vivir. Vivir en esta admirable calma. Qué delicia y qué tristeza!!!



Después de dar una vuelta alrededor del cementerio, los fríos de esta zona siguen acompañándome y pienso que aún están presentes en la memoria de los muertos.


Bueno, una gran mañana de domingo. Un buen paseo por el cementerio de El Molar que me ha reconfortado. 

Y ya de vuelta, en el camino, giro la cabeza un momento y lo veo alejarse poco a poco. Lo dejo con la única compañía del viento, el frío y su soledad. 
Luego, voy pensando en lo que he vivido aquí y siento, indudablemente, la marcha de mi corazón.

Todas las fotografías de esta entrada son propiedad de Emetorr1714.
Y si clicáis encima de ellas las veréis ampliadas.